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martes, 10 de diciembre de 2013

Adios Mandela. Un gran político, mejor persona.


“El deporte puede crear esperanza donde antes solo había desesperación. Es más poderoso que los gobiernos para derribar barreras raciales. El deporte tiene el poder de cambiar el mundo”, dijo Nelson Mandela durante en la ceremonia de entrega de los premio Laureus celebrada en Mónaco en el año 2000.

Madiba, como le llaman cariñosamente, soñaba con ver una Sudáfrica en la que blancos y negros convivieran en paz y con este propósito dedicó gran parte de su vida a luchar contra el Apartheid: la política de segregación racial que se instauró en 1948 en la República de Sudáfrica. Una lucha por la que fue arrestado en 1962 y condenado a cadena perpetúa.

Tras 27 años en prisión, la mayoría de ellos en Robben Island, Mandela fue liberado el 11 de febrero de 1990 y cuatro años después se convirtió en el primer presidente sudafricano elegido democráticamente. Sin rencor y con un ideal de reconciliación, Nelson Mandela tomó las riendas del país. El principal reto del político africano fue unificar a una población dividida desde sus orígenes y aplacar el odio de los negros por tantos años de opresión. Para conseguirlo Mandela se valió del Mundial de Rugby que organizó Sudáfrica en 1995.

Un equipo, un país

Hasta ese momento el rugby en Sudáfrica era el deporte de los hombres blancos; simbolizaba el poder de los blancos y Mandela sabía que sería difícil que la población negra se sintiera identificada con la selección nacional. Con este escenario, Madiba quiso convertir a los Springboks (como se conoce a la selección sudafricana) en el equipo de toda la nación y que tanto blanco como negros pelearan por un objetivo común. La nueva Sudáfrica con la que soñaba Mandela, pasaba por hacer del rugby y de ese mundial un elemento de unificación, como rezaba el slogan oficial de los Springboks ‘Un equipo, un país’.

Uno de los nombres propios de ese cambio político y social fue el de Chester Williams, quien se convirtió en el primer hombre negro que vistió la camiseta de los Springboks y simbolizó la unidad entre negros y blancos, tan anisada por Mandela.

El 25 de mayo, los anfitriones disputaron el partido inaugural frente a Australia. Un partido a vida o muerte, del cual dependía en gran medida el futuro de ese país. Sudáfrica se impuso, contra todo pronóstico, al combinado australiano y a medida que avanzaba la competición y Sudáfrica iba ganando partidos, el entusiasmo de la población iba creciendo.

“Ellos son vuestro orgullo”

Los Springboks llegaron a las semifinales donde debían enfrentarse a Francia, una de las favoritos del torneo, y el día antes del partido Nelson Mandela ofreció un 'meeting' donde, ataviado con una gorra de los Springboks, pidió a toda la población que apoyaran al equipo: “¿Veis esta gorra? Esta gorra honra a nuestros chicos que mañana se enfrentaran a Francia. Os pido a todos que les apoyéis mañana porque ellos representan nuestro orgullo. Ellos son vuestro orgullo”. Sudáfrica derrotó a Francia 19-15 y se clasificó para la final, donde se vería las caras con la todopoderosa Nueva Zelanda.

El 25 de junio se disputó la final del Mundial de Rugby. El país entero estaba pendiente de lo que iba a suceder en el Ellis Park de Johannesburgo. Los All Blacks eran los favoritos y contaban con uno de los mejores jugadores, Jonah Lomu.

Minutos antes de que empezara el partido, Nelson Mandela apareció en el césped vestido con la camiseta del capitán François Pienaar y el número 6 a la espalda, mientras 60.000 voces gritaban “¡Nelson, Nelson!”. Fuera cual fuera el resultado, ahí estaban todos los africanos, blancos y negros, unidos por un mismo sueño.

Sudáfrica disputó una final épica. El partido acabó empatado 9-9 y tuvo que disputarse la prorroga. Al final de la primera parte de la prórroga el marcador no se decantaba por nigún equipo, 12-12, y tuvo que disputarse la segunda parte para que Joel Stransky con un ‘drop goal’ decidiera el partido y diera el triunfo a los Springboks 15-12. Ganó Sudafrica. Ganó Mandela. Eran campeones y el Ellis Park se vino abajo.

El presidente bajó al césped para hacer entrega del trofeo al capitán del equipo. François Pienaar y Madiba se estrecharon la mano en una imagen que pasó a la historia como el triunfo de un país.

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