Fabio Lardera es feo. Difícil de mirar, no, feo. Feo como pegar a un padre, como ir a un funeral vestido de Agatha Ruiz-De la Prada, como robarle un caramelo a un niño en la puerta del Cáritas, como un chihuahua de diez mil cabezas al cual un extraño gen recesivo ha producido que le saliera un culo de mandril en el que, además, tiene almorranas. Lo que estamos intentando decir es que Fabio Lardera es, en definitiva, UN FEO.
En esta época de tardocapitalismo en el que los países son empresas que cotizan en bolsa, el Gobierno considera que la imagen de Fabio está perjudicando la “marca España”. Y es que a los mercados no les gusta la gente fea, exceptuando a Angela Merkel. Por este motivo, el ejecutivo ha decidido que el caraculo de Fabio debe operarse o, en su lugar, abandonar el país. Preferiblemente, con una bolsa en la cabeza y en el maletero de un coche.
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